Hay tres momentos claves en la vida del ser humano que deciden y determinan la vida de éste en su presente y en su futuro. Uno de ellos es la elección de la profesión o del oficio a desempeñar en la sociedad; otro es el discernimiento de la propia vocación o elección de estado de vida –soltero/a casado/a, consagrado/a a Dios; y por ultimo, la decisión y aceptación ante Dios y ante la sociedad del compromiso y de la responsabilidad que conlleva empezar una relación íntima y especial de amor y de entrega con quien hemos elegido.

Esta común-unión de dos vidas tiene consecuencias a corto y a largo alcance en primer lugar en la propia definición de cada uno de los conyuges: ¿cómo soy?, ¿quíen soy?, ¿cúanto valgo?; y en segundo lugar, en la forma en que respondemos a las demandas que vivir en pareja conlleva para los conyuges, sus familias y los demás.

Cuando las parejas deciden aceptar este compromiso lo hacen convencidas que el compromiso proclamado es permanente, “hasta que la muerte nos separe” y que “la salud y la enfermedad”, “la pobreza y la riqueza”, las alegrías y las tristezas”, “los tropiezos y los exitos” no seran sino escalones, algunos más dolorosos o gratificantes que otros, en el crecimiento de su relación matrimonial.

La relación matrimonial no es estática sino que “está continuamente haciéndose” (Berger, 1971). A medida que van pasando los años, las necesidades individuales y de pareja van cambiando y las circunstancias que les rodean van reclamando nuevos ajustes en la forma de percibir, entender, sentir, responder para asi poder funcionar más efectivamente como personas y como pareja. De la misma forma que como individuos eramos diferentes en la adolescencia que en la edad adulta, como pareja somos diferentes en durante el noviazgo, la luna de miel, el nacimiento del primer hijo, los problemas asociados a la realización personal de cada conyuge, o cuando los hijos abandonan el hogar y se queda la pareja de nuevo frente a frente.
En este caminar hacia la realización de la común unión matrimonial las parejas cuentan con una poderosa ayuda que no siempre recuerdan: la gracia sacramental. La conocida frase “la familia que reza unida permanece unida” es una realidad. La gracia sacramental y el amor que se profesan y que como llama necesita ser alimentado diariamente. En algunas oportunidades la pareja necesita buscar ayuda externa y es entonces cuando los familiares, los ministros familiares, o los terapeútas vienen a jugar un importante papel no “arreglando” sino “indicando formas nuevas de ver, de relacionarse, de entender” la realidad que confrontan..

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Dr. Gelasia Marquez is an immigrant clinical and bilingual school psychologist. Dr. Marquez has studies, researches, articles, and programs aimed to help immigrant Hispanic children, adolescents and families in their processes of transition after migration