Necesito compartir cuanto agradezco a Dios la oportunidad de estar junto al Padre Miguel Loredo en estos momentos.
Desde Julio 23, he tenido el privilegio de acompañarle en su proceso de morir en la tierra para resucitar en Aquel que es la Vida. Ejemplar ha sido su renuncia a alargar sus dÃas sin calidad fÃsica, para disfrutar una forma muy distinta de calidad -la espiritual- que dia a dia se hacia realidad mientras vivÃa su proceso de preparación para el encuentro con el Señor.
Su via-crucis ha sido ejemplar -con la humildad y sencillez del Padre Francisco de Asis que le acogiera como uno de los suyos cuando solo tenÃa 16 años.
Nunca antes entendi tan bien como lo he hecho en estos dias, el significado de la hermandad que las dificiles circunstancias de la carcel pudo crear entre hombres tan diferentes en intereses, expresion de sus ideales, edades, niveles de vida anteriores, etc. No hubo un dia en que no hubiese a lo menos un ex-preso polÃtico cubano a su lado, animandole, acompañandole, recordando juntos “aquellos tiempos” de pruebas, de sacrificios, de genuinidad de ideales. Esos 10 años del Padre Loredo marcaron su vida y dieron a su vocacion sacerdotal un distintivo único. Como lo fue la valentia que mostro yendo al tribunal de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas, año tras año, durante 19 años, para denunciar las condiciones inhumanas de las prisiones cubanas.
Padre Loredo, el fraile, el sacerdote que con ilusion de pastor recien ordenado abrazó la parroquia de Casablanca como su novia esperada para volcar en ella todo su energia y dinamismo apostolico. El formador académico de seminaristas, el rector de frailes en formación, el confesor, el maestro de moral y sagradas escrituras. El artista -poeta y pintor. Capaz de plasmar toda la grandeza de su alma y de su imaginación en lienzos llenos de color, donde las luces y sombras definian las formas de la realidad… tal y como aprendimos a verla, gracias a él.
En varios paises, en varias tareas apostólicas, muchos hombres, mujeres, niños, estudiantes, frailes seminaristas, colegas artistas.. todos y cada uno de nosotros en diferentes momentos de su vida y de nuestras vidas,  en diferentes circumstancias fuimos tocados por su ministerio sacerdotal -en todos y cada uno de nosotros dejo una huella indeleble, la huella de su vitalidad, la sencillez de su trato, la intransigencia con lo mal hecho, la paciencia y la impaciencia,  y la bondad del pastor que sale a buscar, que espera, y que siempre se recrea con la llegada de las ovejas confiadas a su cuidado.
Gracias al Señor y gracias al Padre Miguel Loredo por permitirme acompañarlo en su recorrido hacia “la puerta grande, la puerta luminosa por la que entran los elegidos.” donde El que Es está aguardando su llegada.
Gelasia Marquez