Independientemente del origen étnico y de la forma en que esten organizadas internamente “todas las familias tienen que lidiar con las mismas situaciones: crear su visión de vida familiar, crecer como sistema, y cumplir con sus propias responsabilidades en interacción con las instituciones sociales”.

(Family Perspective in Church and Society, p. 28).

Hace solo unos años, en preparación para la llegada del siglo XXI, las Naciones Unidas proclamaron el año 1994 como el Año Internacional de la Familia. Según el documento de la proclamación “al proveer la mayor protección y asistencia posible a la unidad básica de la sociedad, las Naciones Unidas estaban promoviendo los derechos humanos básicos y el derecho fundamental a la libertad que todos los humanos tienen”. Siguiendo el mismo espíritu el Papa Juan Pablo II escribió su primer mensaje del año 1994 sobre “La familia como el primer agente de la paz”. El Papa llamó su mensaje “La familia crea la paz de la familia humana”… y añadió “la paz más que enseñada tiene que ser vivida en el seno familiar como resultado del testimonio de entrega mutual y de amor entre sus miembros”.

En programa y escritos anteriores vimos como Dios creó las personas a su divina imagen y les envió a ser, crecer y a multiplicarse para asi llenar la faz de la tierra. También vimos que por designio divino creó a la familia y le dió la misión de ser fuente y agente de vida y de amor, no sólo fecundando y dando vida sino facilitando que cada uno de sus miembros pudiese alcanzar su pleno potencial. Y, al hacer Dios participe a la familia de sus planes para la humanidad elevó su dignidad a un nivel sagrado y hizo que todas y cada una de sus actividades –aún las rutinarias y cotidianas- fueran sagradas.

No solamente la familia está en el mismo comienzo de la existencia humana sino que tambien está al comaienzo de la vida de la Iglesia y de la Sociedad. “La familia hace realidad un conjunto de relaciones interpersonales por medio de las cuales cada persona es introducida en la familia humana y en la familia de Dios” (Familiaris Consortio, 15). Es decir, la familia está en el mismo centro de la construcción del Reino de Dios en la Historia. Pore so tambien, es sagrada. La vida familiar cotidiana es una realidad teológica y religiosa básica en la que la fe, la esperanza y el amor se cultivan con la ayuda de la gracia de Dios. Por esta razón la familia Cristiana es una prioridad central en la Vida de la Iglesia (L.G., 11; G. et S., 48).

Todas las familias están llamadas a cumplir la misión que Dios les ha asignado siendo células transformadoras de la sociedad –todas incluye tambien a las familias inmigrantes Hispanas en transición cultural.

Este libro ha querido demostrar la dimension psico-socio-cultural de la realidad de las familias inmigrantes Hispanas en transición cultural en los Estados Unidos. Los números estadísticos presentados para describir su presencia son impresionantes. La mayor parte de los Hispanos que viven en los Estados Unidos están parcialmente aculturados, marginalmente integrados económicamente, y como consequencia sufren los efectos del ciclo de la pobreza –pobre nivel educacional, pocas habilidades para llevar a cabo trabajos calificados, desempleo, pocos ingresos, dependencia de agencias de servicio público, viviendo en vecindarios deteriorados, con influencia mínima política. En adición, aquellos que no hayan podido completar sus ciclos de adaptación y de ajuste sufren sentimientos de deprivación y poco prestigio, y están sujetos a un alto número de indicadores de tension que atentan contra la integración de su personalidad (Padilla y asociados, 1982).

Ahora bien, quedarnos sólo con los números puede llevarnos a ver a los Hispanos solo como “un” problema pastoral más y pasar por alto que ellos representan una oportunidad “única” pastoral (Carta Pastoral de los Obispos Americanos sobre la Presencia Hispana, 1983).

Los procesos de migración y de aculturación que experimentan los inmigrantes Hispanos y sus familias han sido tópico de interés de un gran número de escritores e investigadores en los últimos años especialmente en los estados de California, Florida, Illinois y Nueva York, puertos de entrada del mayor número de inmigrantes. El análisis de gran parte de esa literatura y de esos estudios ha sido reflejada a lo largo de este libro.

Asi, hemos descrito cómo el contenido de la personalidad humana –su forma de ser y de actuar- es conformado por el contexto cultural, geográfico, económico, político y social donde esa persona nació, creció y se educó –es decir, donde fue socializada y enculturada. Si quisierámos representar gráficamente qué le sucede a la persona cuando emigrá –bien sea su migración voluntaria o involuntaria- pudieramos pensar en que le sucede a una planta cuando sus raices son removidas para ser transplantada. Por mucho cuidado que tengamos para que sus raíces no sufran las estamos exponiendo a una experiencia traumática. De forma similar, la migración es una experiencia traumatica que conlleva interrumpir las historias personales, cortar las relaciones sociales, remover las raíces étnicas y culturales para dejarlas por un tiempo al aire mientras se encuentra una tierra propicia para volver a plantarla de nuevo.

Migrar –emigrar and inmigrar- es como volver a nacer. Migrar conlleva “re-formar”, “remo-modelar” las habilidades internas que nos permiten conocer, relacionarnos efectivamente y tomar decisiones. Migrar conlleva volver a aprender nuevos significados, gestos, palabras para poder funcionar adecuadamente en el nuevo medio ambiente. Migrar conlleva atravesar por períodos de crisis donde aún la propia definición necesita “redefinirse” tomando ahora una nueva identidad.

De igual forma, para la familia Hispana emigrar e inmigrar conlleva “re-estructurar” su vida interna para poder continuar cumpliendo de forma efectiva con sus tareas universales, conlleva “re-establecer” lazos con el nuevo medio ambiente para poder continuar siendo la matriz del crecimiento integral –social, psicológico, espiritual- de cada miembro.

Si el proceso de migración es un proceso de crisis y de trauma, el proceso de transición cultural debiera ser un proceso de sanación interna. El proceso de transición de una cultura a otra no se produce en un día, ni como resultado de varias interacciones ocasionales, sino que es un proceso progresivo y continuo de interacciones satisfactorias entre las personas inmigrantes y las personas pertenecientes a la nueva sociedad. El proceso de transicion es un proceso de aprendizaje para ambos grupos étnicos, es el proceso que va a hacer posible que los unos y los otros dejen de ser “extraños” para convertirse en “diferentes”. El proceso de transición es un proceso continuo y gradual de aproximación y de empatía por parte de los dos grupos étnicos.

El contenido de este libro ha brindado un somero análisis psicológico y social del qué y del por qué de la realidad presente de las familias inmigrantes Hispanas. Es deseo de la autora que que el análisis del contenido de este libro invite a los lectores a fomentar la creación de respuestas pro-activas -y no sólo reactivas- en el proceso de acompañamiento. Deseamos que, finalmente, se mueva la agenda de la familia inmigrante Hispana a un lugar de prioridad social y ministerial, porque “la adaptación de los grupos minoritarios a la sociedad que les acoge está directamente relacionada y depende más de la estabilidad interna de la familia y de la cohesion del grupo minoritario que de otros factores del medio ambiente exterior” (G. de Voss, 1980).

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Dr. Gelasia Marquez is an immigrant clinical and bilingual school psychologist. Dr. Marquez has studies, researches, articles, and programs aimed to help immigrant Hispanic children, adolescents and families in their processes of transition after migration