La actuación eficaz de los laicos exige una profunda y seria preparación en orden a favorecer la maduración apostólica, el ejercicio de la libertad cristiana y el florecimiento de los carismas.

El laico necesita, igualmente, de vida interior y espíritu de responsabilidad. Esto supone, pues, una formación espiritual adecuada, y tanto más, cuando el ambiente cultural frecuentemente se orienta en sentido contrario a los valores cristianos.


El Concilio Vaticano II dio lugar a un total de 4 constituciones (2 de ellas dogmáticas y 1 pastoral), 9 decretos conciliares y 3 declaraciones conciliares, a los que se pueden sumar la Constitución apostólica Humanae salutis por la cual Juan XXIII convocó el concilio, el mensaje Ad omnes de los Padres del concilio a todos los hombres, los mensajes del concilio a la humanidad, y otros breves.

El más largo fue la Constitución Pastorial: Gaudium Et Spes. Gaudium et spes es la única constitución pastoral del Concilio Vaticano II. Fue aprobada por los padres conciliares el 7 de diciembre de 1965 y solemnemente promulgada por el papa Pablo VI ese mismo día.

La Constitución Apostólica Gaudium et Spes es tal vez el máximo logro del Concilio Ecuménico. Su nombre proviene de las primeras palabras de ésta en latín, que en castellano significa Los gozos y las esperanzas. Trata acerca de la Iglesia en el mundo actual, y es la manifestación más clara del aggiornamento pretendido por Juan XXIII.

Se encuentra dividida en cuatro partes. La primera es un prefacio y la segunda una introducción acerca de la situación del hombre en el mundo moderno. La tercera se llama “De la Iglesia y la vocación del hombre”, hablando de la visión de la Iglesia acerca de la dignidad del ser humano, la vida en sociedad, la actividad del hombre en el mundo y acerca del rol de la iglesia en el mundo actual. La cuarta parte tiene como finalidad explicar la misión en la actualidad de la Iglesia y se explaya en ciertos temas particulares como el desarrollo económico y social, la naturaleza del matrimonio en la vida moderna, la política, la expansión de la cultura y sobre la paz y la promoción de la comunidad de naciones.

En esta Constitución la Iglesia ha querido hoy considerar al mundo en todas sus expresiones: cósmicas, humanas, históricas.

Text Box: El contexto en el que es publicado este documento es un ambiente de postguerras, aún muy violento y con problemas sociales, políticos y económicos.

Asimismo, considera que “el ateísmo debe de ser considerado como uno de los más serios problemas de nuestros tiempos.” “Hay que llevar un remedio al ateísmo, pero no se logrará sino con la doctrina de la Iglesia convenientemente expuesta y por la integridad de su propia vida y de todos los creyentes. Ciertamente que tiene la Iglesia la misión de hacer presente, visible en cierto modo, a Dios Padre y a su Hijo encarnado, por su incesante renovación y purificación, guiada por el Espíritu Santo. Y esto se obtiene, en primer lugar, con el testimonio de una fe viva y plena, educada precisamente para conocer con claridad las dificultades y superarlas. Un sublime testimonio de esta fe dieron y dan muchísimos mártires. Fe, que debe manifestar su fecundidad penetrando en toda la vida, aún en la profana, de los creyentes, moviéndolos a la justicia y al amor, especialmente hacia los necesitados……..”

Reconoce que, a pesar de los medios modernos, “el dialogo genuino y fraternal no ha avanzado tanto a este nivel como en el más hondo nivel de las relaciones personales, ” donde los individuos comparten juntos en espíritu.

El tema del matrimonio y la familia Cristiana lo cubre mas extensamente que todos los anteriores concilios.

Toma una fuerte posición a favor de la paz.

Los ejecutores de este reclamo somos los laicos. La Constitución Pastoral Gaudium et Spes, en su número 43 afirma: “a la conciencia bien formada del laico corresponde lograr que la ley divina quede grabada en la ciudad terrena. De los sacerdotes, los laicos pueden esperar orientación e impulso espiritual. Pero no piensen que sus pastores están siempre en condiciones de poderles dar inmediatamente solución concreta en todas las cuestiones, aun graves, que surjan. No es ésta su misión”.

El Codigo de Derecho Canónico en el # 225 § 2, afirma “deber peculiar (de los fieles laicos) de impregnar y perfeccionar el orden temporal con el espíritu evangélico, y dar así testimonio de Cristo, especialmente en la realización de esas mismas cosas temporales y en el ejercicio de las tareas seculares”.

El laico llega a los diversos niveles de la vida. El laico debe hacerse presente:

a. en la vida social, política y económica, nacional e internacional; también cuando se trata de “opciones” o campos opinables, para colaborar en la construcción de la justicia y de la paz (GS 40-43, 63, 82; EN 70; SRS 41);

b. en la familia, como protagonista y formando parte responsable de la vida del hogar y de la educación de los hijos (LG 11, 31, 35; AA 11; GS 47-52; EN 70-71; FC 49-64, 86);

c. en el mundo del trabajo con todas sus implicaciones de derechos fundamentales, asociaciones y reivindicaciones, etc. (GS 33-39, 67-72; LG 24-27; AA 13; EN 70);

d. en el campo de la juventud, educación y cultura, con plena responsabilidad y como protagonista del Evangelio (GS 53-62; EN 19-20, 72).

e. en los medios de comunicación social con plena responsabilidad y con disponibilidad generosa (EN 45);

f. En la migraciones o “movilidad humana” según las propias posibilidades (AA 10, 14).

De ahi que la tarea fundamental de laico es su formacion spiritual, basada en la oración personal y comunitaria, en la lectura de la Biblia y en la vida sacramental, capaz de sostener a los laicos en su acción en el mundo. Una formación espiritual que abarque a la familia, la educación, el trabajo, la ciencia, la cultura, la política y los compromisos sociales y civiles. Ahí es donde hace falta la presencia de los laicos para testimoniar el Evangelio y transformar la sociedad.

La espiritualidad de los laicos es, ante todo, caminar por las calles de la vida junto a Cristo, con la fuerza del Espíritu Santo, al encuentro del Padre, construyendo su reino. Los laicos de hoy han de ser como aquellos de Emaús: personas en camino, desalentadas, sí, pero que han encontrado a un desconocido que les acompaña y hace arder su corazón mientras les habla de las Escrituras.

El laico es el cristiano llamado a ser santo y apóstol en las estructuras humanas a modo de fermento, es decir, “en el corazón del mundo” (EN 70). “A los laicos corresponde, por propia vocación, tratar de obtener el Reino de Dios gestionando los asuntos temporales y ordenándolos según Dios… Viven en el mundo… Allí están llamados por Dios, para que, desempeñando su propia profesión, guiados por el espíritu evangélico, contribuyen a la santificación del mundo desde dentro, a modo de fermento” (LG 31).

Con estos matices de espiritualidad y de apostolado, el laico camina por el sendero de la fe, la esperanza y la caridad, para ser transparencia del Evangelio en medio del mundo. Son tres sus características básicas:

1. Secularidad. El laico debe insertarse en el mundo, es decir, en los asuntos temporales.

2. Fermento evangélico: De ellos se espera que impregnen de Evangelio el mundo, actuando desde dentro de las mismas realidades temporales.

3. Siendo miembro peculiar del Pueblo de Dios: siempre en la “comunión y misión” de la Iglesia, participando responsablemente de su misma naturaleza en todos sus niveles proféticos, sacerdotales y reales.

La disponibilidad misionera de los laicos y su capacidad de inserción evangélica en las cosas temporales dependerá esencialmente de su encuentro con Cristo y de su sintonía de comunión y misión de la Iglesia. “Cada laico debe ser ante el mundo un testigo de la resurrección y de la vida del Señor Jesús y una señal del Dios vivo” (LG 38)

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Dr. Gelasia Marquez is an immigrant clinical and bilingual school psychologist. Dr. Marquez has studies, researches, articles, and programs aimed to help immigrant Hispanic children, adolescents and families in their processes of transition after migration