Muchos estudiosos del desarrollo psico-social del niño concuerdan en que el medio ambiente en que éste vive tiene un peso definitivo para bien o para mal, es decir, para lograr el desarrollo armónico de sus potencialidades intelectuales, sociales y emocionales, o para desarrollar sÃntomas patológicos en su personalidad o tal vez transtornos de conducta .
La familia sana es el medio ideal para satisfacer las necesidades básicas esenciales del niño, pero a veces surgen o existen en ella situaciones que perjudican o que interrumplen el cumplimiento de esta satisfacción facilitando asi la formación en el niño formas enfermizas de reaccionar. Las peleas entre los padres, el alcoholismo, la crueldad en las formas de castigar o entre comillas disciplinar, el descuido en el trato, la protección exagerada, la sobre-exigencia son algunos de estas situaciones ambientales que vemos con más frecuencia en nuestro medio ambiente social.
Muchas relaciones defectuosas entre padres e hijos tienen su origen en a estructura de la personalidad propia de los padres, en sus conflictos emocionales, en sus experiencias pasadas. Para obtener un cuadro claro de las influencias a las que el niño está sujeto en sus relaciones con sus padres, hay que saber qué sentimientos inconscientes experimentan estos respecto al niño, qué conflictos alteraron la relación entre los padres y sus propios padres , y cómo estos problemas han afectado la capacidad de los padres para relacionarse con sus hijos.
El hogar roto es una fuente de la que surgen muchas dificultades en la personalidad de los hijos. No olvidemos que generalmente el proceso de separación y de abandono del hogar de uno de los padres, va precedido de un perÃodo turbulento de infelicidad doméstica. El hecho de que un niño se vea privado del cuidado paterno o materno de forma imprevista durante mucho tiempo puede tener un efecto de inhibición en el desarrollo de la personalidad de los hijos. El efecto que con más frecuencia vemos es la sensación de inseguridad, que algunos profesionales asocian con la conducta neurótica más tarde en la vida. La inestabilidad de los padres durante el perÃodo de crecimiento de las personalidades de sus hijos se ven reflejadas en frecuentes cambios en la conducta de los mismos, asi como tambien dificultades en el desarrollo de buenas identificaciones consigo mismos, con las figuras paterna y materna y con sus posibles papeles más tarde en la sociedad.
No podemos terminar sin hacer mención al cúmulo de investigaciones que describen las dificultades del niño que es consciente de pertenecer a un grupo minoritario en la sociedad. Si el niño recibe el mensaje de que su grupo étnico o racial es considerado inferior por la mayorÃa de la sociedad, ese niño tendrá serias dificultades en identificarse con las costumbres, los valores, y la cultura que sus padres representan. Tambien tendrá problemas en el aprendizaje del idioma del grupo mayoritario y serias dificultades con la identificación y adquisición de sus hábitos, costumbres y valores. El niño que se siente rechazado suele ser inseguro y sentirse angustiado. Suele presentarse emocionalmente inestable, tendra dificultades para concentrarse, experimentará resentimientos y expresará sus sentimientos hostiles en forma de crisis temperamentales. Ya en la adolescencia, puede tambien encubrir su necesidad de realización frustrada con un aire de “bravo”, de valiente rebelde, que en el fondo trata de encubrir sus sentimientos de incompetencia. Los padres minoritarios tambien sufren en este proceso y la actitud que estos tengan hacia las dificultades que presente el niño estarán influÃdas por el grado de satisfacción y aceptación social que estos han logrado obtener en sus propias vidas. Y, como es de esperar, las hostilidades y resentimientos provenientes de las difÃciles relaciones sociales de los padres ejerceran efecto no sólo sobre el desarrollo emocional y social de los niños sino en su proyección educacional.
Publicado en El Sol de la Florida, Octubre 7 de 1981